domingo, 1 de noviembre de 2009

** 15 DE OCTUBRE DE 2009: JAQUE MATE

Desde hace unas semanas no hay un día que no cierre la rutina con una partida de ajedrez con Juan Antonio en su chabolo, un ex traficante de cocaína de los más fuertes que hubo por Galicia en los años 80 y 90. Rondando los setenta y habiendo vivido cien, era uno de los internos que parecía andar por el módulo como si aquí mismo hubiera crecido. Aunque él no lo sepa y quizás ni le importe, se ha convertido en lo más parecido a un amigo que he podido tener hasta ahora aquí dentro.

-


- No tiene sentido que te sigas martirizando siempre con lo mismo, Jaque – Me decía esta noche amenazándome con el caballo en f3, protegido debidamente con el alfil de las blancas.- Aún te queda, más vale que sigas adelante con el mínimo de pensamientos o ensoñaciones a futuro, no sirven para nada.- Juan Antonio parece no tener apenas cambios de humor, es como de carácter estático, estándar. Su forma directa de decir las cosas y el acento coruñés que parece no perder nunca a pesar de sus años en prisión, hacen que sus palabras transmitan siempre cierta tranquilidad o confianza, no sé cómo definirlo, pero me “llegan”.
- Ya joder, pero es imposible no machacarse teniendo a una criatura que sigue fuera creciendo sin mí… al carajo tu caballo, no me queda otra. – Siempre me gana el, por eso llega un momento en la partida en la que no me cuesta sacrificar una pieza mayor, pero me suelo convencer erróneamente que una actitud agresiva me hará ganar la partida.
Juan Antonio pareció no inmutarse con mi jugada y levantó la vista por encima de sus gafas, con el codo sobre la mesa y cigarrillo en mano me dirigió una mirada comparable a la de un padre a su hijo adolescente antes de aleccionarlo con algún tema básico de la vida misma. Tomó una calada y como eligiendo las palabras fue soltando el humo lentamente hacia su derecha combinándolo al mismo tiempo con algo parecido a un suspiro.
- Mira Simón, porque te tengo cierta estima y nos vamos conociendo, sino pensaría que eres un poco gilipollas. Con el tiempo que llevas aquí dentro algo has de haber aprendido sobre lo que ocurre en la calle mientras nosotros seguimos aquí dentro – Como el que decide no acabar lo que empezó a decir, bajó la mirada al tablero esperando a que yo adivinara aquello que supuestamente ya debería de saber. – Nada bueno, jaque.
- ¿Nada bueno? – Fue lo único que pude decir, no vi su maldita Reina al final del todo y me volvió como siempre a romper los esquemas de la partida, me costaba concentrarme.
Nada bueno para nosotros, los de dentro. Se nos olvida que la vida sigue para los demás, para aquellos que al principio lloran y sufren cuando entramos en el trullo, pero que inevitablemente se acaban adaptando a las circunstancias y aprenden que somos personas totalmente prescindibles. Y eso es lo que tú tienes que ver, por cojones, y por ti mismo.
- No, joder, no. Tengo una hija que…
- ¡Y yo tengo tres! – Me soltó esta vez algo más agresivo, ni me dejó acabar la frase como si ya adelantara las palabras que salieran de mi boca - o tenía, mejor dicho.
- Ya pero… - casi me quedé sin palabras, más o menos conozco la historia de Juan y no quise insistirle con el tema. De sabido es ya en todo el módulo que hace ya varios años que dejó de recibir llamadas, cartas o visitas- Mira mejor lo dejamos, no quiero seguir con el tema, solo pienso que cada persona es un mundo y prefiero pensar que ahí fuera tendré esperando lo que dejé.

Los siguientes cinco o diez minutos siguieron en silencio, quedaban muy pocos para el cierre de puertas y la partida no prometía mucho más de sí. Acabó ganándome como de costumbre y apagó su último cigarrillo con una lección que apenas me deja dormir esta noche:

- Mira chaval, aunque digas lo contrario sabes perfectamente que llevo razón. Por qué lo ves a diario aquí dentro y lo tienes muy jodido para conseguir un permiso en tu situación. No eres una excepción entre nosotros, y en el fondo no eres tan tonto como para ignorarlo. N
o estamos presos, somos presos, y nunca dejaremos de serlo.

viernes, 23 de octubre de 2009

** 3 DE OCTUBRE DE 2009: LA IRONÍA DEL TIEMPO

Me dijeron una vez que el tiempo lo curaba todo, que me acabaría acostumbrando y dejara los días pasar como si nada. Me contaron que las buenas acciones conllevarían forzosamente a buenos resultados, y me recomendaron que dejara de mirar atrás si quería afrontar esta situación. Me engañaron. Nada ha cambiado desde que estoy dentro, porque me sigo sintiendo fuera. Fuera de tus sueños y tu risa, ausente de tus ilusiones y primeros pensamientos. Forzado a vivir sin vivirte como si nada hubiera existido. Obligado a seguir durmiendo con la angustia de tu recuerdo quemándome por dentro Espero que algún día me perdones por esto, que nunca llegues a juzgarme pues te aseguro que cada hora que transcurre sobrepasa el castigo que merezco.

Me mintieron al mentirme y os miento porque me faltan agallas, porque hace ya tiempo que dejé de ser persona.

Y rezo sin tener fe, por mi mujer y mi hija, porque el no tenerlas me está matando y el poder pensarlas me mantiene vivo.

miércoles, 7 de octubre de 2009

** 3 DE SEPTIEMBRE DE 2009. INTERNO

Llegó el gran día en el que entras por primera vez en prisión. Entras en el módulo de ingresos donde te cachean por dentro y por fuera, te toman huellas, fotos y datos. Te quitan el dinero que lleves encima y lo ingresan en tu nueva cuenta de ahorros (peculio) para que puedas disfrutar de una determinada cantidad de dinero a la semana para gastar en el economato mediante una tarjeta electrónica. Mola ¿eh?

Te quedas esperando en el módulo de ingresos a que llegue la hora de la revisión médica y las primeras entrevistas con el equipo de tratamiento. Una vez pasado este trámite, se da la orden de traslado al módulo que te haya sido asignado, te conducen hasta él y comienzas a escuchar la palabra con la que se dirigirán a ti el resto del tiempo que te quede en prisión. Interno. Vas andando detrás de un señor vestido de bedel de hostal de carretera de la mancha, al que a partir de ahora vas a tener que tratar con mucha cautela y respeto, a pesar de ser funcionario del Estado.


Sigues caminando por el largo pasillo gris como puedes, cargando con tus pertenencias y tus nuevos artículos de limpieza e higiene personal, así como la ropa de cama, el señor barrigón sudoroso del bigote disfrazado de bedel no parece que esté dispuesto a ayudarte. Hasta que por fin llegas a tu módulo de destino. Bienvenido a la cárcel, ya has dado el paso más importante para salir de ella, entrar.


Ya van dos semanas de convivencia con David, mi nuevo compañero de chabolo, y hace apenas unos días que comenzamos a cruzarnos palabras más allá de las breves conversaciones triviales con las que comienzan todo tipo de interacción cotidiana involuntaria, por no decir forzada.
Para mi sorpresa, fue este chico quien rompió el hielo con una simple pregunta que demostraba la capacidad de adaptación del chico a la vida penitenciaria, pues me pidió permiso para encender la televisión.


Hay una regla básica en la cárcel: la celda pertenece a aquel que haya llegado primero, y es este el que establece las normas de convivencia entre las cuatro paredes que durante un tiempo te acompañarán todas las noches. El pequeño David, ahora roncando en la cama de arriba, parece haber comprendido esto muy pronto, pues en todo momento que he estado observándole ha respetado al máximo el estado en que se la encontró y la distribución de las pocas cosas que tengo repartidas en nuestro ridículo e infame espacio.


Seis metros cuadrados con vistas al patio, una ventana con rejas que parecen persianas camufladas con una capa de pintura amarilla un tanto rancia. En la pared de la derecha sobresalen dos bloques horizontales de escayola, del mismo amarillo que la supuesta persiana que acabo de mencionar. Si a uno de estos armatostes rectangulares, le colocamos un trozo de gomaespuma por encima, se le llama “cama”.


A la derecha y bajo la ventana, otra pieza rectangular del mismo color y material pero más pequeña, forman algo parecido a lo que comúnmente se conoce como escritorio. En el cual poco se podrá escribir si siguen conviviendo encima los montones de ropa que esperan desconsoladas a ser trasladadas a un armario o cualquier otra cosa destinada al mismo fin. Sin contar que todavía no he aprendido a escribir de pié en una supuesta mesa más baja que mi cintura, ya que aún no he encontrado la silla que parece faltar en esta lujosa habitación.


- Pon lo que quieras – le contesté - pero hazme el favor de ponerte los auriculares porque estoy leyendo, coge los míos si quieres que deben de andar por ahí abajo.
- Gracias tío, yo es que no soy mucho de leer y no tengo sueño.
- No has tenido sueño desde el primer día en el que entraste aquí, pero no te preocupes, haz lo que quieras, como si estuvieras en tu casa.


David se quedo en silencio, ignorando mi último comentario por la vergüenza de saber que no existen secretos en este espacio a pesar de haber intentado disimular las lágrimas que le robaban el sueño. Esperé a que terminara de lavarse los dientes para seguir con la conversación.


- Parece que ya te encuentras mejor ¿no?
- ¿Mejor de qué?
- Pues de que va ser, tío, de toda esta mierda – le dije levantando los brazos y señalándole el cemento que nos envolvía.
- Bueno, sí… - decía mientras iba doblando su ropa en la parte del suelo que le dejé libre para sus cosas- habrá que acostumbrarse, ¿no? – acabando la frase con una sonrisa deprimente y un poco forzada.
- Vas por buen camino, veo que has aprendido pronto
- ¿Aprendido a qué?
- A aceptar que tu vida ahora está aquí dentro
- Si tú lo dices…


En ese momento David se puso los auriculares y como dando la conversación por terminada, se sentó en el suelo y comenzó a hacer zapping, aún con la ilusión de que se olvidará donde y con quién vive en este momento.


Hasta el día de hoy, poco más se de este chaval… solo puedo decir que no es miedo lo que se huele, pero algo extraño percibo en el, como si mantuviera aún la cabeza fuera de estos muros. Sin preocuparse por nada de lo que ocurre a su alrededor, sigue andando con una seguridad impropia para un hombre tan joven que entra por primera vez en prisión.


Me ha caído bien a pesar de su actitud, pues más de uno aquí le hubiera puesto “las cosas claras” desde el principio. No sabría decir el qué, pero hay algo en el que lo hace muy diferente al resto de primerizos que he podido conocer por aquí, como si hubiera un telón invisible que impidiera ver a través de de su piel, como si estuviera y no estuviera al mismo tiempo…

miércoles, 23 de septiembre de 2009

** 30 DE AGOSTO DE 2009. EL NUEVO

Hace unas 40 horas que me metieron a un nuevo compañero. No es que nos sobre el espacio precisamente, pero me dijo el funcionario que sería algo provisional ya que enseguida lo trasladarían. El cuento de siempre.
Se me hace increíble el grado al cual puede llegar el ser humano tras solo un año aquí dentro… ni te imaginas hasta donde pueden llegar los sentidos cuando te van robando la humanidad, cuando poco a poco te vas dando cuenta de que no eres nadie.

El miedo se huele, pero no solo los perros. Aquí dentro se puede sentir el miedo de un primerizo cagándose encima nada más entrar en su primer día de patio. Merodea indeciso, calculando siempre la distancia hasta la cabina de los funcionarios, como si eso sirviera de algo. Puedo leerle el pensamiento “yo no soy como ellos, los funcionarios me defenderán cuales monjas de colegio de pago”. Estaba sentado en el último rincón soleado que hay en el patio, leyendo un libro cualquiera de García Márquez, mientras levanto la vista a cada segundo observando los movimientos del novato con el que comparto celda y con el cual casi no he cruzado más palabras de las justas. Puedo leer el miedo en sus ojos, puedo ver esa desesperación incrédula con el que cada uno de nosotros entró en este lugar de nadie, a las espaldas del mundo. Noto como busca mi mirada, pidiendo de rodillas un poco de complicidad o seguridad ante una realidad todavía desconocida para él. Intento hacer como el que no se percata de nada, me sumerjo en el libro leyendo sin leer. Volviendo atrás a cada párrafo ante la imposibilidad de parar mis pensamientos y seguir en mis páginas. Intento ignorarlo pero no puedo dejar de sentir cierta lástima por el chaval, con el que no puedo evitar sentirme identificado, por su mirada de miedo e ingenuidad, como a la espera de que en cualquier momento le ocurra todo lo que le dijeron que le iba a ocurrir durante su estancia en prisión

Calculo que no tiene más de 25 años y por su aspecto físico y forma de actuar, fue una gilipollez de niñato mimado lo que le mandó a parar aquí. Pantalón vaquero y camiseta del Atlético de Madrid. Cabezón y pelo corto, pírsines en la ceja izquierda y en el lóbulo de la oreja derecha. Da la impresión de haber sido el chulo del parque, pero inteligentemente ha dejado ese rol fuera de estos muros.
Se acerca a la ventanilla del funcionario, Don Alberto como de costumbre lo despacha en un par de minutos sin subir su mirada del MARCA que tiene entre las manos. Se aparta unos cinco metros y de cuclillas y apoyado en la pared se enciende un cigarro mientras no quita su atención de la puerta del módulo, está impaciente por su primera entrevista con el equipo de tratamiento, en donde mantiene todas sus esperanzas de despertar de esta pesadilla, muchos ya pasamos por eso.

No soy el único que lo observa y eso es lo que me preocupa. En este módulo no se recibe al novato con ninguna paliza de bienvenida, ni te intenta apadrinar nadie a cambio de favores sexuales. Tampoco existen bandos raciales que luchan por el territorio. En este módulo todos tenemos algo en común: queremos salir de aquí cuanto antes. Por tanto se evitarán a toda costa todas aquellas situaciones que puedan perjudicarnos durante nuestro paso por prisión.
Antonio es el primero que se acerca a los nuevos del módulo, le encantan los primerizos. Su especialidad es ponerle al corriente del delito y situación de cada uno de nosotros, incluso de los funcionarios.
Es un desgraciado pero no por ello menos inteligente. Con su actitud de niño pijo de modales y saber estar, ha conseguido un “trato especial” por parte de los funcionarios. Nadie lo traga y él lo sabe aunque nadie diga nada. De él puedes obtener una información precisa de cada uno de los presos, y está al tanto de todo lo que ocurre aquí dentro.


Sigo con García Márquez y efectivamente a los pocos minutos ya está Antonio sentado a su lado con una de sus clases magistrales sobre la vida penitenciaria. Me acerco al economato con la escusa de un café y me siento a pocos metros de ellos para cotillear sobre las famosas advertencias del opusino:

- Tranquilo chaval, he pasado ya por varios módulos de toda España y puedo asegurarte que has tenido suerte de haber parado a este
- Estoy tranquilo, gracias.
- Si, ya…- ríe – aquí no puedes engañar a nadie, todos hemos pasado por el día que estás viviendo hoy mismo y sabemos todo lo que está pasando por tu cabeza.
- Bueno…
- Yo soy Antonio, llevo dos años de condena y cinco meses en este módulo. Si necesitas saber algo puedes preguntarme lo que quieras aunque también puedes hacerlo a cualquiera de los que estamos aquí. Hay un poco de todo pero nadie tiene porque hacerte nada, por lo menos físicamente. Aquí va cada uno a lo suyo.

Conozco perfectamente las intenciones de Antonio, muy lejos de la ayuda gratuita a un nuevo compañero de patio. Es un estratega excepcional que lo único que quiere es mantener todo bajo su control mediante la recopilación exhaustiva de información de cada uno de los presos, y eso le permite moverse con mayor precaución y cálculo. La información es poder, o eso dicen.
En este mismo momento lo tengo en la cama de arriba haciendo como el que duerme, aunque se perfectamente que está llorando en silencio, por lo que aplazaré mi conversación con mi compañero al momento en que sea preciso. Tiene que amoldarse a esto antes de entrar en la normalidad carcelaria.

Colocó sus cosas en los pocos espacios que deja mi desorden, por miedo a represalias. Todavía no me conoce y estoy seguro de que nos llevaremos bien.

viernes, 28 de agosto de 2009

** 15 DE AGOSTO DE 2009. SOLO TÚ

Querido Blog,

Aún no ha pasado una semana desde que te escribí por primera vez, pero hoy me he visto con las ganas necesarias para empezar a contarte mi historia.

Me llamo Simón, aunque en realidad sabes que no. Pero siempre me gustó ese nombre y he decidido que ahora que puedo, voy a llamarme como me salga de los cojones.
Excepto este insignificante detalle, el resto de lo que a partir de ahora te voy a relatar es tan real como este puño, que con dolor y ansia escribe por la mera ilusión de saber que a algún sitio llegarán mis letras.

Ante todo que sepas, amigo mío, que no soy ningún bicho raro ni ser horrible, al igual que muchos compañeros que he podido conocer en todo este tiempo aquí dentro.
Solo soy uno más que un día cometió un error.
Una de las cosas que más me sorprendieron al llegar a este sitio, es ver como la mayoría de los que estamos aquí, se consideran inocentes. Yo no.

Soy culpable. Culpable de todo esto y mucho más. De cosas aún más graves en las que no interviene la legalidad. Mis decisiones llegaron mucho más allá de lo que ningún juez podrá comprender jamás.

Con 35 años, una hija de 6 y una casi esposa de 33… me vi envuelto en una gran bola de mierda que me llevaron a hacer cosas que nunca hubiera hecho si no hubiese llegado a tal situación extrema, aunque bien me lo pudiera haber ahorrado.

Ahora tengo 36, una hija de 7 y una casi menos esposa que antes de 34. Tras “solo” un año parece que llevo toda una vida, y la angustia constante que es el pensar en lo que queda y quedará supera lo expresable para que puedas comprenderme, aunque solo sea un poco.

Estoy preso. Pero no por estas paredes grises que me envuelven, ni por los vigilantes ingratos e inhumanos, ni por las rejas que me rodean. Estoy preso de mi hija, de mi vida.



Llevo un año, un mes, trece días y siete horas que no la veo, ni la toco ni la huelo. Y esa es la mayor condena que se le puede aplicar a un ser humano.

Me despido con lágrimas. Pero no unas lágrimas cualquiera, unas lágrimas que lloran por no caer donde antes caían. Que caen por no poder tocar aquella piel inocente que me desvelan cada madrugada.

A ti, Sara. Porque no me puedo inventar tu nombre. Porque solo tú has pagado el precio de todos mis embustes sin saberlo. A ti, mi rubia ingenua, a la que veo crecer sin verla, a la que oigo hablar sin oírla, a la que logro tocar con tan solo cerrar los ojos.

Por ti respiro y aguanto, por ti me calmo y espero.

jueves, 27 de agosto de 2009

** 10 DE AGOSTO DE 2009. PRÓLOGO


Querido Blog,

La verdad que esta idea no sé si servirá para algo más que para mi propio desahogo, pero creo que el acto de intentar describir lo que veo, hago, siento y sueño aquí dentro no caerá en vano; pues el simple hecho de organizar las ideas y saber exponerlas sobre un papel, es un buen ejercicio del que creo que no me cansaré de hacer mientras dure ese infierno. Este no-tiempo.

Tengo muchas cosas en mi cabeza que deben de salir. Por eso me dedico a mandarle cartas infinitas a mi familia, palabras que necesito que salgan de estos muros que me encierran. Palabras que han de ser gritadas, pero que a la vez no lleguen a los oídos de aquellos/as que me quieren. Por lo menos mientras siga aquí dentro. Mientras no vaya poco a poco muriendo por dentro.

Escribiré estas líneas más que para nadie para mí mismo, con la diferencia de que estaré convencido de que a alguien llegará si anclado queda en ese mundo tan ambiguo que supone la red, pero que tan útil puede resultar para casos como el mío. Para que llegue mi voz por lo menos a ninguna parte, pero que llegue.

Me fiel compañero y único conocedor de mi verdadera situación en prisión, es mi hermano menor. Autor y motor de este blog. Y al que le iré mandando mis historias por escrito y con sello, como antaño, para que el haga con ellas lo que viese conveniente.

Saber que la pesadilla que estoy viviendo podrá ser leída por otros mientras aún no ha terminado, es algo que no me había planteado antes, y aunque pueda resultar un poco paranoico; procuraré no dar indicios personales, ni de aquello de los que me rodean. Con la simple intención de que nunca se relacionen estas letras con mi persona. Por si las moscas pican…

Dentro de este sobre en el que va mi vida escrita. Acompañan diferentes cartas para mi madre, mi mujer y mi hija. A las que intento que cada semana les llegue un pedacito de mí, aunque sea en un trozo de papel y lleno de mentiras. Pues de falsedades y caretas ha estado compuesta mi vida entera.

Sin más me despido, prometiendo(me) que en pocos días comenzaré a darle pinceladas a esta tan buena idea, que por unos minutos me hace escapar un poco de este vacío.
Saludos desde un rincón cualquiera e inexistente, como es mi celda esta noche.

Con cariño, Simón.